sábado, 27 de febrero de 2010

Una novia como un quesito

Como no consigo encontrar la noticia sorprendente del día en castellano, tengo que linkearla en francés. Siento que los no-francófonos tengan que fiarse de mí ya que suena más a chiste que a otra cosa.

La anécdota nos viene de Mozambique donde un hombre obliga a un zoofílico a que se case con una cabra. Hace semejante petición por ser el dueño de la cabra que ha sido violada por el joven. Ni corto ni perezoso el malogrado dueño exige además que el supuesto novio abone la dote inherente a cualquier boda en términos de daños y perjuicios por haber deshonrado al pobre animal.
Esperemos que saquen fotos y luego las cuelguen en Facebook si la boda llega a celebrarse.
¿Cómo se hará? ¿Por lo civil? ¿Por la Iglesia?
¿Qué pasará si la novia tiene sed y empieza a beber de la pila?

Casarse con una cabra ¿es la leche? Lo cierto es que tiene algunas ventajas.
Para empezar se puede montar la boda con un presupuesto escaso.
La novia no tiene que comprarse el vestido dado que ya va de blanco. Blanco o beis sucio casi marrón, sobra decirlo, pero ¿qué más da ya que la pobre cabra mozambiqueña perdió la virginidad cuando el salvaje violador se aprovechó de ella?
Otro gallo cantaría si fuera una cabra de los gitanos y tuviera que someterse a la prueba de la sábana.

¿Qué le cantará en el banquete? ¿La cabra, la cabra, la puta de la cabra, la madre que la parió? Faltaría más. No es ninguna pelandusca sino toda una víctima de violencia sexual y de zoofilia.

Se me ocurre que si todos los hombres que han abusado de la inocencia y la frescura de las cabras a lo largo de la historia hubieran tenido que reparar el ultraje delante de un alcalde o de un sacerdote, se habrían celebrado muchas más bodas en el mundo rural...



















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